martes, 3 de mayo de 2011

Heráclito de Éfeso llegó a la conclusión de que “todo cambia, nada permanece igual” porque es un principio básico de todo lo que nos rodea, de la naturaleza y de los seres humanos mismos. El cambio, el devenir de las cosas ha estado presente desde el principio de todo, ya que, a lo largo de la historia del mundo siempre se ha mostrado a través de  cambios drásticos como son los desastres naturales, las guerras, las nuevas concepciones de la vida e incluso lo vemos a diario con el transcurrir del tiempo, porque vivimos en un presente instantáneo, que es irrepetible. Éste es un buen ejemplo para demostrar que el devenir es algo común e inevitable, ya que ni el tiempo mismo esta exhorto de los cambios: cada hora es diferente, un mismo día nunca se repite dos veces, todo tiene un tinte diferente, incluso los minutos nunca son iguales porque dan paso a nuevas concepciones que pasan por nuestras vidas, ideas y pensamientos que van, vienen y desaparecen o se conservan en algún lugar de la memoria.  El hombre es otro importante ejemplo del devenir,  al ser afectado de diversas formas: nos cambia físicamente con el transcurrir del tiempo porque nunca permanecemos igual de jóvenes, pasamos por diferentes etapas en las cuales el cuerpo cambia, es decir, un anciano no tiene la altura, la piel, la voz o la jovialidad que tiene un niño y jamás podrá volver a recuperarla porque es algo que ya vivió y tiene que aceptar los cambios que el crecer conlleva. También nos cambia en el aspecto psicológico y emocional, ya que no pensamos de la misma forma toda la vida.
Y si observamos el cosmos, el universo entero nunca permanece estático siempre está en constante cambio: se mueve y se expande, se crea o se destruye una parte de él; todo atiende a un ciclo vital;  ni siquiera el cambio, porque nunca es igual, siempre llega con variaciones que obedecen a un orden.  Por esta razón, Heráclito lo asocio con el fuego, por sus inmensas variaciones, porque se apaga o  se enciende según lo que se requiera para mantener un equilibrio.

Nuestros antepasados, en especial los mayas y aztecas, veían al devenir como algo fundamental de la vida, es por eso el miedo a sus profecías en especial al fin de la era del Quinto Sol.

En vez de preocuparnos por cómo será nuestro fin deberíamos enfocarnos en desaparecer todas las fronteras y prejuicios que nos atan.

¿Por qué ver a este nuevo cambio como algo negativo y malo? ¿Por qué no verlo  como algo bueno y positivo que ayudará a la regeneración del equilibrio? ¿Por qué no aceptar los cambios y contribuir cambiando la forma hostil de vida que ahora tenemos? La respuesta es tan simple, porque somos humanos y tenemos miedo a todo aquello que desconocemos o pensamos que puede afectarnos, por lo mismo que ambicionamos saber tanto para ejercer poder sobre lo ya conocido.

 Tomando en consideración la filosofía de Heráclito de Éfeso, ¿en qué nos beneficia el cambio y de  qué hemos colaborado para que éste exista?






 
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lunes, 21 de marzo de 2011

Heráclito de Éfeso llegó a la conclusión de que “todo cambia, nada permanece igual” porque es un principio básico de todo lo que nos rodea, de la naturaleza y de los seres humanos mismos. El cambio, el devenir de las cosas ha estado presente desde el principio de todo, ya que, a lo largo de la historia del mundo siempre se ha mostrado a través de  cambios drásticos como son los desastres naturales, las guerras, las nuevas concepciones de la vida e incluso lo vemos a diario con el transcurrir del tiempo, porque vivimos en un presente instantáneo, que es irrepetible. Éste es un buen ejemplo para demostrar que el devenir es algo común e inevitable, ya que ni el tiempo mismo esta exhorto de los cambios: cada hora es diferente, un mismo día nunca se repite dos veces, todo tiene un tinte diferente, incluso los minutos nunca son iguales porque dan paso a nuevas concepciones que pasan por nuestras vidas, ideas y pensamientos que van, vienen y desaparecen o se conservan en algún lugar de la memoria.  El hombre es otro importante ejemplo del devenir,  al ser afectado de diversas formas: nos cambia físicamente con el transcurrir del tiempo porque nunca permanecemos igual de jóvenes, pasamos por diferentes etapas en las cuales el cuerpo cambia, es decir, un anciano no tiene la altura, la piel, la voz o la jovialidad que tiene un niño y jamás podrá volver a recuperarla porque es algo que ya vivió y tiene que aceptar los cambios que el crecer conlleva. También nos cambia en el aspecto psicológico y emocional, ya que no pensamos de la misma forma toda la vida.
Y si observamos el cosmos, el universo entero nunca permanece estático siempre esta en constante cambio: se mueve y se expande, se crea o se destruye una parte de él; todo atiende a un ciclo vital;  ni siquiera el cambio, porque nunca es igual, siempre llega con variaciones que obedecen a un orden.  Por esta razón, Heráclito lo asocio con el fuego, por sus inmensas variaciones, porque se apaga o  se enciende según lo que se requiera para mantener un equilibrio.
Nuestros antepasados, en especial los mayas y aztecas, veían al devenir como algo fundamental de la vida, es por eso el miedo a sus profecías en especial al fin de la era del Quinto Sol.
En vez de preocuparnos por como será nuestro fin deberíamos enfocarnos en desaparecer todas las fronteras y prejuicios que nos atan.
¿Por qué ver a este nuevo cambio como algo negativo y malo? ¿Por qué no verlo  como algo bueno y positivo que ayudará a la regeneración del equilibrio? ¿Por qué no aceptar los cambios y contribuir cambiando la forma hostil de vida que ahora tenemos? La respuesta es tan simple, porque somos humanos y tenemos miedo a todo aquello que desconocemos o pensamos que puede afectarnos, por lo mismo que ambicionamos saber tanto para ejercer poder sobre lo ya conocido.